Hace dos años, un mechón de pelo de Elvis Presley fue vendido en una subasta por $15.000, y el año pasado alguien pagó más de $6.000 por unos dientes postizos de Winston Churchill. Un cepillo de dientes del emperador Napoleón se vendió por $21.000. Usted y yo no somos tan famosos, nadie pagaría tanto por algo nuestro, pero ¿alguna vez se ha preguntado exactamente cuánto valemos? Bueno, en términos del valor material, no valemos mucho. Nuestro cuerpo se compone de productos químicos comunes como el oxígeno, carbono, hidrógeno, calcio que no son muy costosos. Cuando se suma todo, el valor total de los productos químicos de que estamos hechos es de solo alrededor de $4.50 dólares. Es algo para pensar cuando nos sentimos muy importantes. Es lo que cuesta una hamburguesa o un café.
Pero, por supuesto, esto no es todo del hombre. Hay mucho más en el ser humano que solo el precio de los productos químicos que componen su cuerpo. El valor monetario de cualquier cosa depende de lo que la gente está dispuesta a pagar por ello. Ciertamente hay personas que le han dado un inmenso valor al pelo de Elvis Presley y a los dientes de Sir Winston Churchill, y estaban dispuestos a invertir en ellos una gran cantidad de dinero.
La Biblia nos dice que alguien ha dado un valor inmenso a los seres humanos y ha estado dispuesto a pagar el precio más alto posible por nosotros. Me refiero, por supuesto, a Dios, que nos ama a todos y quiere compartir su eternidad con nosotros. La manera cómo muchas veces se presenta el evangelio supone que tenemos que convencer a Dios para que nos ame por nuestras buenas obras y obediencia, nada está más lejos de la verdad. Jesús dijo en Lucas 12:32 que la voluntad del Padre es darnos el reino; en Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. Muchas personas piensan que están condenados hasta que puedan ser lo suficientemente buenos para ser salvos, piensan que Dios no los ama a menos que se hagan dignos. Pero Jesús dijo lo contrario: Dios nos ama, ama a toda persona. Él dijo en Juan 17: “Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy, que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo”.
No tenemos que convencer a Dios de que nos ame, no tenemos que persuadirlo para que nos salve. Nos ama tanto que gustosamente pagó con su propia vida, fue un alto precio, pero consideró que nosotros valíamos la pena.
Si te gustó esta frase, considera compartirla con tus amigos y redes.
Si alguien te lo compartió, te puedes suscribir aquí:
¡No te pierdas nuestro Entrenamiento Espiritual APRENDIZ! Ven y enamórate del Dios que Jesús nos revela. Descubre la profundidad de su amor y su gracia en una noche llena de aprendizaje y reflexión.