Fueron los días más largos de mi vida,
ella era todo para mí,
pero habíamos peleado
y dijo cosas muy hirientes,
de esas cosas que solamente sabe
quien es tu pareja.
No podía perdonarla,
lo que me dijo me causó mucho dolor,
como una espada en el corazón.
Sentía como si todo lo que me rodeaba
se hubiera convertido de repente
en gris, en amargo, en triste,
me sentía pesado,
como si llevara el
mundo sobre mis hombros.
Me sentía incomprendido,
traicionado,
atacado,
enojado
y no… no quería perdonarla
de ninguna manera.
Era presa del dolor que me había causado,
y lo seguía repitiendo en mi mente
una y otra vez,
aferrándome hasta sufrir.
“Hijo, no vale la pena, sufrir
y estar enojado por tanto tiempo,
no vale la pena pasarla tan mal,
no mereces eso”, me dijo.
Y la perdoné de corazón,
no solamente por ella,
sino por mí,
por volver a respirar la paz de mi alma.
Es así, perdonar nos libera.
Y no voy a tener de nuevo
a esa persona en mi vida.
Solamente que le ofrezco la comprensión
y la compasión
al ser humano que se equivocó,
para que ambos encontremos la libertad que merecemos.
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