Viviendo con Preguntas
A medida que nos sentimos más cómodos al no saber, al no tener todas las respuestas, descansamos más firmemente en la fe.
Desde niños comenzamos a vivir con preguntas: “¿Qué vamos a comer hoy?” o “¿Por qué no puedo ir?”. Los maestros nos animan a hacer preguntas para aclarar nuestra comprensión del tema, especialmente porque cualquier comunicación entre seres humanos es propensa a malentendidos. Nuestra naturaleza de vivir con preguntas nos lleva a las grandes preguntas de la vida, como “¿Dónde estaba Dios?” o “¿Por qué Dios permitió que esto pasara?”. Pero al necesitar siempre una respuesta a nuestra pregunta “por qué”, ponemos límites a las respuestas que pueden llegar y ni siquiera nos damos cuenta de que estamos haciendo las preguntas equivocadas.
Nuestro mundo basado en el método científico espera cuantificar lo incuantificable, y al hacerlo, elimina lo que nuestros corazones humanos anhelan: la esperanza. La esperanza no existe junto a los datos concretos. Son hermanos gemelos con la fe, y el hermano mayor de todas las cualidades, el Amor, porque “tres cosas durarán para siempre -la fe, la esperanza y el amor- y la mayor de ellas es el amor”.
Siempre pensé que debíamos poder explicar y entender el mundo y esta vida mortal, pero ahora veo que nuestro mayor reto no es explicar y entender el mundo y la vida, sino aprender a vivir con las incertidumbres y los acontecimientos inexplicables que componen la vida, con la confianza de que somos amados y aceptados por Uno más grande que nosotros mismos.
No es cómodo vivir con preguntas, no ser capaz de dar respuestas sobre por qué suceden ciertos eventos trágicos. Pero otras veces, el no poder explicar cómo se dio una circunstancia maravillosa es también una ocasión para el asombro y para reconocer que debe haber un Dios que ama a su creación y desee relacionarse con ella. Tener las respuestas desmerecería el aspecto místico que es parte de nuestra experiencia humana y disminuiría la esperanza que construye la fe y conduce al amor -el amor a la humanidad y el amor a Dios.
Misterios de la vida + esperanza = fe y amor.
Al no tratar de encontrar respuestas, podemos aprender a través de nuestras experiencias de vida que “El amor es suficiente”. A medida que nos sentimos más cómodos al no saber, al no tener todas las respuestas, descansamos más firmemente en la fe en el carácter inmutable de nuestro Dios amoroso.