¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay un médico allí? ¿Por qué no hay sanidad para las heridas de mi pueblo? (Jer. 8:22)
Hay tanto amor prodigado por una madre cuando trata los piquetes de avispas y rozaduras de su hijo con un ungüento calmante. Dios ama así a sus hijos. Sabe que a veces caemos en las garras de las avispas de este mundo y sufrimos los aguijones del rechazo, el odio, el abandono, la pérdida y cosas peores. Él anhela limpiar y vendar nuestras heridas con bálsamo calmante.
Sus palabras de consuelo son fáciles de encontrar. Están en toda la Biblia. Su Espíritu es el Consolador, enviado para calmarnos cuando la vida no es justa o para sanarnos cuando estamos heridos.
Jacob y su tío Labán tenían una relación de amor-odio. Al principio, Labán llevó a Jacob "a la escuela", obligándole a trabajar catorce años por la esposa por la que aceptó trabajar la mitad de ese tiempo. Confabuló para utilizar las bendiciones de Dios sobre Jacob para hacer crecer su propia fortuna. Más tarde, Dios saqueó a Labán para pagarle por haber utilizado así a Jacob. Jacob se vio obligado a huir a donde Isaac para escapar, antes de ser asesinado por el dulce tío Labán. Huyó durante siete días, Labán pisándole los talones, con una gran compañía de hombres. Lo alcanzó en el monte Galaad, preparado para matarlo y recuperar a sus hijas y todo lo que tenía. Labán dejó claro que consideraba suyas a las mujeres de Jacob, sus cosas e incluso sus hijos.
Pero Dios se encontró con él en la noche y le advirtió a Labán que lo dejara en paz. En Galaad, Dios convirtió una masacre en un milagro, un castigo en una reconciliación. Mizpa. Un acuerdo y un juramento de no hacer daño. La ira y la desconfianza se calmaron, al menos en un acuerdo de vivir y dejar vivir.
Hay, de hecho, un Bálsamo en Galaad, y Él está en la misión de reconciliación con todo el mundo. Si lo dudas, mira a la cruz.
Oración
Bálsamo de Galaad, gracias por tu cuidado amoroso y tu reconciliación, tu toque tranquilizador cuando las cosas no van como yo quiero. Tu mano para levantarme cuando tropiezo. Acompáñame hoy en los rasguños y los bordes afilados de este día, y cálmame cuando las avispas de esta vida vengan a revolotear a mi alrededor. Amén.
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