Sométase toda persona a las autoridades. Porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las autoridades que existen han sido establecidas por Dios. (Romanos 13:1)
A primera vista, la definición pública habitual de un infractor de la ley es un tipo con un traje naranja que vive en una habitación de hormigón con una puerta que se cierra por fuera. Probablemente alguien que ha robado o asesinado. O ha consumido o traficado con drogas. Mirando más a fondo, nos damos cuenta de que cuando el agente vuelve a su carro patrulla después de dejarnos una multa, en realidad nosotros también entramos en esa categoría. Ciertamente, todos hemos infringidos de alguna manera las leyes de nuestro país.
En el sermón de la montaña, Jesús dejó claro que Dios veía el corazón. La ira y el odio hacia alguien es esencialmente asesinato. La lujuria es adulterio. Con esos criterios, casi todo el mundo, en algún momento de su vida, infringiría la ley. Los fariseos se escandalizaron por esto, y se preguntaban con qué autoridad Él decía estas cosas.
Toda autoridad le fue dada a Él. Es ridículo que cualquiera de nosotros, ya sea pobre o rey, gobernante del mundo o esclavo, cuestione la autoridad del que manda en el mar, del que creó todo lo que vemos.
La Biblia nos dice claramente en Romanos 3:23 que todos hemos pecado. Antes, en Romanos 3:12, nos dice que no hay nadie que haga el bien. No, ninguno. TODOS somos transgresores de la ley. Y cuanto más tiempo vivo aquí, cuanto más conozco la Biblia, más claramente veo la enorme deuda que tengo con un Dios santo. No podemos reconciliarnos con Dios basados en nuestra propia justicia. Simplemente no podemos hacerlo. Así que Él lo hizo por nosotros, a través de la cruz de Cristo. Qué alivio, ¡la deuda está PAGADA!
Así que, si has puesto tu confianza en Cristo, en Su sacrificio y Expiación, y no en tus propios méritos, tienes paz con Dios.
¿A dónde vas desde aquí? Vive como alguien bajo Autoridad. El policía, el juez, tu maestro, tu mamá y tu papá, todos ellos son agentes que Él puso sobre ti. Para guiarte, protegerte, mantener tu naturaleza pecaminosa bajo control. Pero en última instancia, Él es la Autoridad sobre nosotros, y Su Palabra nos dice cómo vivir.
Oremos
Señor Jesús, ayúdame hoy a vivir bajo tu autoridad. Obedeceré a aquellos que has puesto sobre mí, sabiendo que están allí por Tu designio, y que Tú me amas. Gracias por el precio que pagaste por mí. Amén.
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