En aquel día el renuevo de Jehová será hermoso y glorioso; Y el fruto de la tierra será excelente y atrayente para los de Israel que han escapado. (Isaías 4:2)
La mayoría de las pinturas de Jesús son de un hombre alto, barbudo, con una larga cabellera castaña que sería un buen anuncio para una compañía de champú. Sus vestiduras son siempre de un blanco resplandeciente, sin mancha alguna por el viaje, la comida o la suciedad del camino.
No hay ningún versículo en la Biblia que mencione que se bañara o se lavara el pelo, aunque es evidente que lo hacía. Sin embargo, Isaías 53 deja claro que Él no tenía hermosura, para que lo deseáramos.
No era un símbolo sexual, una estrella de rock, un fortachón o un vaquero robusto y apuesto. Salvo en un momento de transformación en la cima de una montaña, sus discípulos nunca le vieron limpio y resplandeciente. Su túnica debió estar siempre polvorienta por el viaje.
En ese momento, Pedro, Santiago y Juan vislumbraron la gloria de Dios en Jesús. Nadie más la ha visto jamás. Sin embargo, tendemos a describir a Cristo como hermoso. ¿Por qué?
Tal vez porque Él ES hermoso. Y la única manera en que un artista puede describir ese tipo de belleza es externamente. Intentaron representarlo con halos. Pero ni siquiera eso logra representar su gloria.
Dios, en sus tres personas, es amor, alegría, paz, bondad, amabilidad, paciencia, mansedumbre, autocontrol. Es fiel para siempre, nunca nos abandona, nos anima como un padre en las graderías del juego. Él nos consuela cuando estamos sufriendo, Él está cerca de los que tienen el corazón roto, Él nos protege y nos cubre con Sus alas como una madre gallina.
Pronto llegará el día en que le veremos cara a cara. Todo ese amor, misericordia, compasión, brotando de Sus ojos, de las hermosas heridas de Sus manos, de Su costado. ¿Cómo podríamos verle de otro modo que no fuera hermoso?
Oremos
Señor, Tú estás cerca de los cautivos, atados y con el corazón roto, y nosotros vemos tus heridas y sabemos que fuiste herido por nuestras transgresiones. Por tus llagas hemos sido curados. Acompáñanos hoy, Señor, y líbranos de nuestro egoísmo y orgullo, recuérdanos que te necesitamos, y guíanos hoy en tu obra. Amén
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