Pues el Señor Altísimo es imponente; es el gran Rey de toda la tierra. (Salmo 47:2 NTV)
Si hay una palabra que se utilizó en exceso y se aplicó mal en los años noventa, fue la palabra "imponente". Todo era imponente, desde una nueva película hasta los cereales de mi desayuno. Se dice que es imponente un cuadro increíble, una película bien hecha, una pieza musical conmovedora, un gran libro o un acto de bondad sacrificado. Pero ser imponente en sí es una actitud relegada al Dios Creador. Y sólo a Él.
Dios es Imponente, creó todo lo que vemos, todo lo que somos.
Haber estado allí en los días del Éxodo, haberle visto llenar Egipto de ranas, piojos, moscas, granizo ardiente, oscuridad, la terrible noche cuando el Ángel de la Muerte pasó y mató a los primogénitos, protegidos sólo por la sangre del Cordero. Ver la división del Mar Rojo, la columna de fuego de noche, la columna de nube de día. Probar la comida de los ángeles en el desierto.
Sin embargo, a pesar de todo eso, con toda esa prueba de Su imponencia, sólo tres creyeron que Él iría delante de ellos a la tierra prometida, eliminando a los gigantes en su camino. ¿Por qué perdemos la memoria a corto plazo? Tendemos a olvidar a este Dios imponente, increíble, poderoso, asombroso, por la existencia mundana del día a día. Nos olvidamos de Él en medio de nuestros problemas, siempre intentando resolverlos por nuestra cuenta. Pero si pudiéramos recordar su imponencia, confiaríamos en Él para ir delante de nosotros.
Oración
Dios, hoy recuerdo que Tú eres imponente, que no hay nadie como Tú. Ayúdame a poner a un lado los ídolos que quieren mi adoración hoy: entretenimiento, comodidad, riquezas. Y buscar más de Ti. Amén
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